¿Quién es Caminante de Montes? Conocimos la historia del ser humano que está detrás del lente. Un proyecto que capta la belleza de Ecuador.
Adrián Soria durante su viaje a la Patagonia.
Texto: Patricio Añazco / Fotos: Adrián Soria.
Trail Forth Journal siempre busca historias de personas que exploran y viven Ecuador en su esencia. Hace muchos años atrás vi en la red social Instagram. Una cuenta llamada Caminante de Montes. Y siempre me quedé perplejo por las fotografías y trabajos que allí se compartían. En cierta forma siempre sentí admiración y fascinación sobre las fotos, pero más aún sobre los lugares donde él estaba y tomaba las fotos que compartía en su red. Sin embargo, nunca imaginé que un día tendría el placer y agrado de compartir un espacio sobre él y su trabajo que yo había admirado antes de entrar a ser parte de Trail Forth Journal. A continuación compartimos con ustedes, ¿quién es Caminante de Montes? la historia del ser humano que está detrás del lente. Un proyecto que capta la belleza de Ecuador.
Adrián Soria, es una persona que nunca se imaginó ser fotógrafo de paisajes. La pasión de él por la naturaleza empezó desde pequeño, cuando tenía largas caminatas de la mano de su padre por las elevaciones y cascadas de Patate. El pueblo natal de su familia.
Debido a esta cercanía con la naturaleza decidió estudiar la carrera de Biología en la Universidad Central, donde encontró su amor a primera vista por la ornitología, el estudio de aves. Comenzó estudiando las aves altoandinas, y en aquel recorrido de cientos de kilómetros entre los Andes ecuatorianos fue moldeando su cercanía más profunda con el Ecuador y sus majestuosos paisajes.
Él nos recuerda cuando vivió por más de un año entre los bosques nublados de la parroquia el Triunfo en la provincia de Tungurahua, así como las expediciones que hizo al volcán Sumaco, y a la Cordillera de los Llanganates a estudiar avifauna. En aquella época Adrián, no era fotógrafo de paisajes, era un observador de aves o como informalmente también se los conoce: pajareros, y usaba su cámara para registrar aves en las zonas de estudio. Fotos que llevaban una línea más con fines científicos de registro que aquellas actuales en donde matiene técnica, y una composición más objetiva hacia quienes contemplan el paisaje a través de la captura de su lente.
Adrián Soria, el ser humano detrás del proyecto Caminante de Montes.
Las cosas para Adrián comenzaron a cambiar en un viaje que realizó a la Patagonia Argentina y a la Cordillera Blanca en Perú. Allí no encontró tantas especies de aves como las que existen en Ecuador, y su mirada a través del lente de su cámara empezaron a cambiar de dirección; de observar aves a comenzar a observar el gran paisaje que siempre estuvo allí presente como el gran escenario, telón que servía de fondo cada vez que retraba aves.
A su regreso a Ecuador, empezó a ver las cosas de una forma distinta, con una consciencia que iba mucho más allá de las aves que tanto amaba, había estudiado y trabajado por conservar. Estas aves, siempre estuvieron presentes y vivían entre esos grandes paisajes engalanados de lagos, montañas, picos y volcanes que, al fotografiarlos y mostrarlos a la gente, conmovían y llevaban a las personas a valorar estos lugares y a concientizar en conservarlos. Es así como aquel viejo amor de Adrián por la naturaleza y conservación retoma nuevamente en el 2015. Lleno de impulso a llevar su proyecto que se llama Caminante de Montes. Y es como nace la pasión de él por la fotografía.
Para esa época tenía una cámara Bridge con la que empezó a hacer fotografías de los Andes Ecuatorianos, no sabía mucho de fotografía manual y comenzó a leer y aprender por su cuenta. Fue ahí cuando en el 2016 hizo una de las fotografías que más disfrutó con el Tungurahua en erupción desde Patate con un caballo que venía saliendo al camino. Fue ahí cuando en el 2017 decidió comprar su primera cámara réflex. Una Nikon D7200 con la cual pudo empezar a realizar las fotos que, con las anteriores cámaras, le era imposible. Aprendió a tomar fotografías de las estrellas y de la vía láctea, y ahí cambió una parte de él, ya que podía amanecer tomando fotografías de las estrellas y las montañas. Fue así como aquel mismo año durante la fecha de su cumpleaños, amaneció tomando fotos del Chimborazo en una noche completamente despejada.
Los Gemelos Ilinizas al fondo.
Desde esa época ha vuelto a recorrer el país, esos senderos de montaña con los ojos del Caminante de Montes, buscando atardeceres memorables que muestren la belleza del paisaje en toda su expresión. Sin dudas, disfruto fotografiar todas las montañas y volcanes en los Andes ecuatorianos. Se aprecia fácilmente en su trabajo. Además, he tenido la oportunidad de realizar expediciones fotográficas en las Torres del Paine en Chile, el Fitzroy y la Patagonia argentina, los Andes peruanos y colombianos, las Montañas Rocosas, Yosemite, el Gran Cañón en Estado Unidos.
Sin embargo, su gran compañera ha sido el volcán Tungurahua, a quien le tiene un cariño muy especial, porque estuvo presente acompañándolo desde su niñez y juventud. Volcán, que ha sido la montaña más he fotografiada durante este último tiempo, ha recorrido sus alrededores y tiene más de 2,000 fotografías del Tungurahua.
Uno de los últimos proyectos fotográficos que más recuerda, fue en el 2021, donde realizó el proyecto “Caminando con Humboldt en el Antisana”, se propuso seguir los pasos del sabio alemán durante dos meses en los páramos del Antisana, para lo cual se trasladó a vivir en estos sitios, usando su querido compañero de aventuras llamado: “El Sumaco”. Una Nissan Xtrail Classic en donde dormía, preparaba sus alimentos, cargaba los equipos y revisaba el material fotográfico.
Desde aquí emprendió sus recorridos fotográficos, recorrió más de 70 Km alrededor del volcán y sus páramos. Visitó sus lagunas, humedales, valles y quebradas. Tuvo días de fotografías en el glaciar “Los Crespos”, un espectáculo completamente increíble, ver una pared de hielo de más de 50 metros de altura que cubre la montaña y desde allí recorrió el camino de los riachuelos que nacían en él y se internaban en los páramos. Tuvo interesantes encuentros con grupos de 6 cóndores que sobrevolaban el páramo, con grandes manadas de venados de cola blanca, la mayor fue de 34 individuos, mientras pastoreaban en el páramo, tuvo la oportunidad de fotografiar decenas de especies de aves pequeñas que hacen del páramo su hogar.
Nos cuenta que cuando los días estaban despejados se podía observar toda la comarca de volcanes que rodean el Antisana, en las cercanías están el Sincholagua, el Cotopaxi, justo detrás de ellos están presentes también el Rumiñahui y los Ilinizas. Nos comenta que si observas hacia al Sur puedes ver el Quilindaña, al Tungurahua, al Altar, al Cerro Hermoso y con suerte, algunos días se podía observar al Chimborazo levantarse entre el horizonte. Es un espectáculo que sin duda le permitió ver la grandeza de la Cordillera que tanto ama, sus valles, sus montes y quebradas. Desde ese punto no se veían ni casas, ni edificios, ni presencia humana. Era un privilegio poder estar ahí y contemplar este espectáculo, que se vestía aún más de gala cuando el sol empezaba a caer por la tarde y el cielo empezaba a teñirse de naranja para posteriormente pasar a colores turquesas y finalmente la luz del sol se iba. Y ahí mismo las estrellas hacían su aparición en el cielo. Millones de estrellas y galaxias engalanaban el cielo y una franja de ellas que es peculiarmente brillante cruzaba el cielo.
El Volcán Antisana y el Parque Nacional que lleva el mismo nombre.
Cuando la vía láctea había aparecido, su mente se quedaba estupefacta de ver este espectáculo en el cielo en el lapso de dos horas pero no podía perder el tiempo y debía fotografiarlo, la temperatura descendía hasta menos 7 grados Celcius según el termómetro, con algo de dificultad para mover los dedos instalaba su cámara sobre el trípode y empezaba a retratar este espectáculo único de la naturaleza, largas exposiciones para mostrar el movimiento del planeta, estrellas fijas como puntos para mostrar la grandeza del universo, usando el tele podía componer imágenes con cada volcán y las estrellas, sin duda Adrián es un obsesionado por estas imágenes y nos cuenta que sin darse cuenta aunque la temperatura bajaba más él le dedicaba horas a sus fotos.
A las 3 de la mañana cuando la temperatura era más baja se retiraba al Sumaco a cargar las baterías y a dormir un par de horas, ponía su despertador y a las 5 Am estaba nuevamente de pie, y después de estar con las baterías cargadas él y sus equipos, para ver el inicio del día, algunas nubes habían aparecido sobre el Antisana y gracias a la aplicación Photopills que siempre usó, sabía que el sol iba a salir justo detrás del volcán, nuevamente prepara sus equipos, y espera, la luz del sol empezó a aparecer por el horizonte, y como si fuera la cereza del pastel empezó el cielo a encenderse como si estuviera en llamas, las nubes parecían que ardían con colores naranjas y rojizos y en Antisana debajo cual guardián de hielo observando en primer plano el espectáculo y click el cierre perfecto para una jornada extenuantemente placentera en el Antisana.
Su trabajo fotográfico lo he podido exponer en más de 12 museos y salas de arte en el Ecuador y también tuvo la oportunidad que una muestra de su exposición “La Avenida de los Volcanes tras las huellas de Humboldt” estuvo expuesta en el Jardín Botánico de Dallas por 6 meses. Pero también buscó llevar sus fotografías a comunidades rurales del Ecuador en donde las personas y en especial los niños miran asombrados tantos volcanes que tiene el país, muchos de ellos ni siquiera sabían de su existencia y menos aún los conocían, esto es lo que lo lleva a otra faceta como Caminante de Montes, Adrián da talleres de fotografía y conservación en parroquias rurales del país en donde enseña a niños y jóvenes como tomar fotografías con sus celulares. Y como cierre de los cursos los lleva a páramos y volcanes lejos de sus comunidades, de esta manera buscar que ellos sean conscientes del paisaje de su comunidad, de cómo retratar a su gente y también de los grandioso y majestuoso que son los Andes de nuestro país.
El Volcán Tungurahua. Fotografiada más de 2000 veces por Adrián Soria.
Una anécdota sobre las fotografías que tiene ha sido de una fotografía que mostraba en primer plano la línea del tren que iba curvándose hacia el horizonte y en el fondo se podía observar al volcán Tungurahua, un día recibió una llamada de una chica preguntando por la fotografía, le contó como la tomó y ella empezó a llorar y me dijo que ella al ver la fotografía le dieron ganas de seguir viviendo porque ella quería ver que había más allá de la línea del tren. Ella tenía cáncer en estado terminal y su fotografía le había dado las ganas de seguir luchando, fue un momento muy emotivo para él porque entendió que su trabajo transmitía emociones a la gente y eso lo emocionó y se comprometió más como Caminante de Montes.
Su fotografía no busca un nombre en el firmamento de los mejores fotógrafos de la historia ni nada por el estilo, él busca que a través de su fotografía las personas que las estén mirando conozcan sobre estos paisajes que están viendo y que están en Ecuador. Muchas veces son lugares que se encuentran a menos de 3 horas de casa, que todas las personas pueden un ir fin de semana o una tarde. Apagar sus tablets y televisiones, viajar esas pocas horas en compañía de sus hijos o amigos y apreciar con sus sentidos la belleza de los paisajes andinos de nuestros querido Ecuador, ver como el sol incendia el cielo bajo los volcanes y valorar esos paisajes que son sitios únicos en el mundo, y protegerlos porque en ellos viven miles de especies de flora y fauna que comparten este planeta con nosotros y de estos paisajes, de sus nevados y páramos viene el agua que usamos a diario en nuestras casas, que riega nuestros cultivos y que nos da electricidad.
Ahora Adrián es parte del directorio de la Asociación de Fotógrafos Ecuatorianos, que es la organización de fotógrafos más grande del país y a través de ella buscan posicionar al Ecuador como un destino fotográfico internacional. Por su experiencia y trabajo, consideran que nuestros paisajes ecuatorianos no tienen nada que pedirle a los paisajes de la Patagonia o de Yosemite o de Islandia, están al mismo nivel y esperan que en el corto plazo, nuestros paisajes únicos llenos de volcanes, valles, ríos y gente increíble sean visitados por cientos de fotógrafos de todo el mundo promoviendo de esta manera el desarrollo sostenible para las comunidades que viven en ellos. Están viendo y que están en Ecuador. Muchas veces son lugares que se encuentran a menos de 3 horas de casa, que todas las personas pueden un ir fin de semana o una tarde. Apagar sus tablets y televisiones, viajar esas pocas horas en compañía de sus hijos o amigos y apreciar con sus sentidos la belleza de los paisajes andinos de nuestros querido Ecuador, ver como el sol incendia el cielo bajo los volcanes y valorar esos paisajes que son sitios únicos en el mundo, y protegerlos porque en ellos viven miles de especies de flora y fauna que comparten este planeta con nosotros y de estos paisajes, de sus nevados y páramos viene el agua que usamos a diario en nuestras casas, que riega nuestros cultivos y que nos da electricidad.