La sostenibilidad es un elemento indiscutible en el turismo. Su dimensión ambiental, económica y sociocultural, deben equilibrarse siempre.
Vista del nevado Antisana.
Texto & Fotos: Emma Pla Rusca.
La sostenibilidad es un elemento indiscutible en el despliegue de cualquier tipología de turismo. Tanto su dimensión medioambiental, como la económica y la sociocultural, deben equilibrarse para conseguir que el desarrollo presente no comprometa en ningún caso el desarrollo futuro. Éste es el compromiso al que llegaron 150 países en 2015, definiendo para su alcance los 17 objetivos de desarrollo sostenible que, junto con las 169 metas establecidas, constituyen la llamada agenda 2030. Ante esta realidad, los destinos están ávidas de encontrar recursos y elementos que les ayude a evolucionar en el plano turístico de una forma sostenible.
En este sentido, el fomento del turismo gastronómico en un destino, entendido como ese conjunto de actividades que facilita el turista conocer, experimentar, comprar y degustar la gastronomía de un territorio, parece ser un elemento que favorece la gestión turística sostenible. Ésta fue una de las conclusiones a las que se llegó en el seminario organizado por el CETT en Casa Vicens, en el marco del Máster de Innovación en la Gestión Turística, en el que varios expertos debatieron, precisamente, sobre la aportación del turismo gastronómico en el cumplimiento de los 17 objetivos de desarrollo sostenible.
Según los expertos, el turismo gastronómico contribuye a las tres dimensiones de la sostenibilidad turística: la medioambiental, la económica y la sociocultural. Destacando algunas de sus principales aportaciones, cabe decir que la puesta en valor de productos locales favorece el mantenimiento de determinados cultivos beneficiando la biodiversidad de un territorio, además de ayudar a la conservación de determinados paisajes.
También el turismo gastronómico, en su despliegue, incorpora sectores hasta el momento no considerados por la industria turística. El sector primario, los productores y los elaboradores de productos alimenticios, juegan un papel fundamental en las propuestas relacionadas con el turismo culinario. De este modo, un mayor número de agentes del destino pueden verse beneficiados por la riqueza que genera la actividad turística y, en consecuencia, aumentar el impacto económico. Dentro del ámbito económico, los expertos también destacaron que el turismo gastronómico favorece la desestacionalización de la demanda y, por tanto, impulsa la creación de empleo turístico estable.
Otro aspecto a destacar es su aportación al mantenimiento y conservación de algunos oficios tradicionales vinculados a la producción y elaboración de productos alimenticios. El turismo gastronómico está siendo en algunos países un elemento indispensable en el desarrollo económico de determinadas zonas rurales. Por último, resulta indudable la aportación del turismo gastronómico a la conservación del patrimonio cultural, contribuyendo a la supervivencia de productos locales, tradiciones, oficios e historias vinculadas con la gastronomía del territorio. Este modelo incorpora como elementos de gran valor turístico no sólo productos y elaboraciones locales (elementos más tangibles), sino también todos aquellos elementos inmateriales que favorecen la creación de un relato gastronómico del destino (historia, tradiciones, fiestas, … ).
Esta realidad no hace más que confirmar que el sector turístico, para ser sostenible, debe desarrollarse buscando el equilibrio entre la dimensión medioambiental, la económica, y cómo no, la sociocultural. Ante este reto, pues, el turismo gastronómico puede contribuir positivamente a la consecución de los 17 objetivos de desarrollo sostenible, ya sea mejorando el impacto económico de la actividad turística y desestacionalizando la demanda, favoreciendo la conservación del patrimonio cultural culinario de un territorio.